Es conocida la amplia oferta cultural que posee la ciudad de Buenos Aires. Existen propuestas para todos los públicos que vale la pena conocer.
Hoy quiero llevarte a un recorrido por la historia y las instalaciones de lo que fuera una lujosa mansión de fines del siglo XIX: La Casa Museo Fernández Blanco.
Un lugar con mucha historia
Construida en 1860 y ubicada sobre la calle Hipólito Yrigoyen, la Casa Fernández Blanco lucía en apariencia muy diferente a lo que es en la actualidad. Contaba con una sola planta y las habitaciones tanto públicas como privadas de la familia no tenían circulación interna.
Es por eso que en el año 1880, un joven Isaac Fernández Blanco, ingeniero de vocación, con tan solo 18 años de edad y tras casarse con su esposa María Reyna de Fernández Blanco, decide comprar la casa contigua a la de sus padres y comenzar. con las remodelaciones.
Estas incluían entre otras cosas abrir puertas de comunicación, ya que quería estar a la altura de las mansiones vecinas del barrio porteño de Monserrat.
Algo que me impactó mucho fue su lujoso comedor. A su cristalería tallada a mano la producida Societé de Baccarat y provino de Francia. El platero catalán José Pallarois, primero en la dinastía de orfebres en radicarse en Buenos Aires se encargó de realizar gran parte del servicio de plata. En el mantel y las servilletas de hilo pueden verse las iniciales entrelazadas de Isaac y su esposa bordadas por ella misma.
En el año 1922 la casa pasó a ser propiedad del Municipio de Buenos Aires y Fernández Blanco donó su colección privada al gobierno porteño con la condición de que se convirtiera en un museo. Tras su caída la casa pasó a depender del Gobierno de la ciudad.
De muñecas, abanicos y más…
Si hablamos de las colecciones que allí se encuentran una de las que más me gustó fue la llamada “Había una vez, muñecas antiguas”. Una exposición permanente de muñecas antiguas donadas por Mabel y María Castellano Fotheringham que se exhibe desde el año 2013.
Se puede disfrutar de alrededor de 400 piezas que oscilan entre 1870 y 1940. Bebes de Jumeau con ojos fijos de sulfuro, muñecas con cabezas de porcelana y pelucas de pelo natural son solo algunos de los ejemplares que se pueden encontrar
En cuanto a las prendas que llevan puestas, muchas fueron confeccionadas por los donantes con telas de época, sin embargo algunas muñecas poseen accesorios originales.
Tras las vitrinas iluminadas por una luz cálida se pueden apreciar distintos tipos de juguetes entre los que se encuentra la icónica muñeca Marilú. Estas obras de arte fueron realizadas por maestros jugueteros.
Algo que se destaca tras el cristal son sin duda las casas en miniatura. Se dice que el precursor de esta moda fue el Duque
Alberto de Baviera quien encargó que se realizara una representando sus residencias. Tras ello muchas familias adineradas de la época lo imitaron, convirtiendo ese acto en un símbolo de prestigio.
El abanico como parte de la indumentaria femenina
Otra de las muestras que llamó atención mi fue “El cuarto de las damas” en la que se hace énfasis en la historia de uno de los atributos más caros de toda mujer en esa época: el abanico. Este elemento representaba el contexto social y económico de una determinada clase debido a los costosos materiales utilizados para su elaboración.
Modelos con varillas de marfil, de seda, de madera laqueada y dorada con motivos vegetales forman parte de la colección. Como dato curioso, cabe mencionar que hay ”abanicos de invierno” que son más pequeños que los tradicionales y las mujeres los utilizaban en salones o habitaciones mientras se sentaban junto al fuego.
De blanco te esperé
Para cerrar este recorrido por la Casa Fernández Blanco quiero contarles acerca de esta exposición de carácter temporal llamada “De blanco te esperé” que estará disponible hasta fines de enero.
Se trata de una selección de trajes de boda (tanto lujosos como sencillos) producidos en Argentina entre los años 1870 y 1926. Exhibidos sobre maniquíes se observan, por ejemplo trajes de novia en tres piezas de raso y pasamanería. Una reproducción en video de una serie de retratos fotográficos del mismo período donados por Carlos Vertanessian, el principal coleccionista de fotografía antigua de Argentina, completa la muestra.
Como dato de color se puede mencionar que por ese entonces los protocolos de luto eran muy estrictos, por lo cual no era raro ver trajes de boda color negro, dejando el blanco solo para las flores, los guantes y el velo.
Un registro que vale la pena conocer. Ideal para quienes quieran saber más acerca de las costumbres de aquella época en torno a las nupcias.
Estas son algunas de las exposiciones que se pueden visitar en la Casa Fernández Blanco, sin embargo, no son las únicas. Recomiendo tomarse el tiempo para descubrir y disfrutar cada una de ellas.